La Sandunga.
Hizo un moviemiento y depronto estaban, las
lágrimas corriendo por un solo ojo, la tristeza inundando el ambiente
exhalación tras exhalación, cada sollozo callado y cada gesto llenando la habitación de memorias rotas. Un
nudo en la garganta que corta su verbo, sumida en un mundo de confusión
emocional. Una maraña humana.
Lentamente
se sienta frente a su computadora, con una simulación de página, no puede
llenarla, penosamente pone las manos sobre la computadora, el rayo tarda en
llegar- un día la llenaré con…¿palabras?
¿Cómo
pasó tanto tiempo? Esa es su pregunta- un día estaba ahí sentada hablando con amigos y después, sola sin una razón para
vivir. ¿Qué había pasado? ¿En qué extraño mundo o extraña dimensión había ido a
parar? En un mundo de voces sin rostro, de seres sin vida, que se acercan
sigilosamente hacia su luz.
Recluida
en su habitación, le habla a los viejos amigos, son solo fantasmas masculla,
medita en las mil cosas que ha visto, solo recuerdos, memorias rotas en una mente
escapista.
De
su vida de familia se podían decir tan pocas cosas, no por que fueran pocos los
recuerdos, sino que son pocas las cosas que se pueden decir. Y así deambulando como un fantasma que nadie quiere
ver pasa los días, oyendo, atisba sin entender completamente, solo percibe oye música, cree que está en una
fiesta, cree que le han dado margaritas, no lo puede creer. Esta viva sin vida,
recluida, vive en su mente, o tal vez
no.
De
pronto se oye un ruido un tintineo, viene una gran memoria, recuerda el momento
cuando iluminaba las veladas y lograba hacer cantar al más tímido- tiempos
pasados- piensa. Pero ahora sola, sumergida en una burbuja, no puede saber que les pasa a los viejos
amigos. Todos casados, nunca invitan a una boda, en fin así pasa la vida esta
Sandunga.
En
su cabeza pasan imágenes, de mundos que nadie comprende, de mundos reservados,
caminos de flores, altas montañas que escala en la privacidad de su imaginación,
caminos escollados que no se decide a terminar y escucha llamadas que no vienen
de ningún lado.
¡Nueve
años ¡ -grita y nadie contesta-, sufre, pero nadie lo ve. Solo escucha esas voces del más allá. Y ahora
ella detesta esas voces, no puede más se ha puesto a pensar y soñar que puede
lidiar con esa simulación de página, toma un lápiz, los garabatos salen más
rápido que las ideas.
Siempre
fue diferente a los demás, sentía de una manera diferente a la gente que la
conoció, todos eran conservadores, ella era liberal, todos eran callados, ella
hablaba, todos eran llorones, ella ría. ¿Qué pasa en ste mundo? Se pregunta,
finalmente ahora todos ríen, ella llora,
todos son liberado, todos hablan y ella también pero nadie escucha.
Hay
un dolor profundo que guarda y que no quiere que nadie vea, es un dolor
superior que la mantiene callada, la mantiene adormecida.
Nos
hemos convertido en voraces comedores de hombres piensa, en un ejército de zombis
tal vez, devorando conciencias, ultimando al más humilde y persiguiendo al que
ríe.
Al
parecer todo comenzó una tarde como cualquier otra, en que dos se sentaron a
platicar, uno de ellos, tal vez el de la
derecha notó que ignoraba tantas cosas y
pensaba, “si yo tuviera lo que ella tiene”…
Hizo
un movimiento, quiso tocar su mano, pero era inasible, no estaba ahí, tocaba su
mano y sus palabras salían como música, pero no podía sentirla, sin embargo la
atrajo y la metió en su mundo, la beso, y sin pedir permiso la poseyó, suave
pero salvajemente, y finalmente quiso
destruirla. Mientras fuera de él podía subirla a su carrusel de alegría y
tristeza, de emoción y depresión.
Noche
día, pensaba en ella, igual despierto que dormido, a veces en medio de la calle se detenía, y la volvía
a poseer, después, subía a su habitación y volvía a poseerla. Quería llegar a
la magia que emanaba a aquella mujer. Un día bajo la vista y sin más la perdió
como Teseo en el laberinto, y la buscó como minotauro, y la buscó como buitre,
y la buscó como piraña.
No
pudo resignarse, se tendió en su cama y
subió al lugar de los sueños, y ¡eureka! La encontró. Una vez más, la poseyó,
suave pero salvajemente, la poseyó y quiso hacerla suya, porque de él nadie se
escapa.
¿Qué
había en esa mujer que no la podía apartar de su mente? ¿Qué pasaba que ni aun
lo moral le detenía? No podía refrenarse, y entonces lo comprendió, era ella,
la famosa ella, la que le hizo entender, la que finalmente cambió su mundo.
En
su agitada lucha por poseerla, la torturo años en sus sueños, la siguió, la
encontró y la violó, como un vampiro se acercó y sorbió un parte, solo la
suficiente para asegurarse de poder seguirla viendo en su mundo onírico.
Cada
mañana amanecía aquella Sandunga cansada, sangrando por las voraces mordidas y
a veces pensaba ¿Quién es este hombre? Más no podía imaginárselo solo que como un ser mitad bestia, mitad ser
humano.
La
cacería no solo era onírica, salió a las calles y tendió una trampa, estaba
dicho si esa mujer no era de é l no sería de nadie. Así de simple.
Desesperado
porque pensaba que podía perderla, buscó en libros, tenía que sucumbir a él, él
hombre y por desgracia encontró la manera y la visitaba y la llamaba desde sus libros y un día la amaba
y otro la castigaba, un día la encumbraba otro la destruía, en sus poemas la
vestía y la desvestía era suya.
En
una tarde gris todo cambió, la Sandunga se iba del pueblo, la miró a lo lejos,
no la puedo perder pensó, ¿cómo asegurarla aun en la distancia?
Este
romance órfico no podía acabar sí, el
bosque hasta este momento lo había cubierto, pero para aquella Sandunga ya era demasiado, había días que no podía
concretar nada por el extraño llamado que recibía cada día.
Y se
embarcó la Sandunga en un puerto hacia tierras aún más lejanas, para
abrazar a alguien más, alguien de carne y hueso que ya la añoraba antes de
haberla conocido. El romance órfico finalmente ten´´ia que acabar eso era lo
que ella deseaba pero no fue así, la pasión descarriada de aquel hombre lo hizo
buscar en otros libros formas de alcanzarla, y aunque lejos físicamente, aun
recibía el llamado de aquel amor.
Finalmente
al llegar a aquella lejana ciudad lo vio, el hombre de sus sueños y se entregó
a él, tardes hermosas de charla y café, galletas de avena y pan de centeno,
tardes con lluvia, tarde con nieve, esas tardes en que silenciosamente la calle
se cubre de blanco. Pero una vez más, el romance acabó, lo vio en un sueño, el
minotauro se acercaba, y ella no sabía más a quien amaba, si la voz que le
susurraba al oído o el cuerpo que la
añoraba cada mañana.
Confundida,
salió de aquella ciudad y se embarcó hacia el sur, ahora las voces decían,
aquiétate, ve anda encuentra tu nido, encuentra tu hogar, encuentra esa cama
que no ha sido compartida, esa donde el amante órfico no llegará. Y se fue,
dejando al hombre de sus sueños con gran
pena- penas de amor- se decía aquel
hombre y la dejó partir.
En
aquella nueva ciudad sureña, se encontró
finalmente en calma, la brisa marina y la belleza del puerto y sus
habitantes la volvieron a la vida, un atardecer de peces voladores, caminaba hacia el malecón hacia su
siempre desconocido rumbo.
Envuelta
en su confusión, no se dio cuenta que alguien la miraba ¿Un hombre quizá?, pero
¡no!, era solo un pequeño niño que la siguió hasta la siguiente esquina del
malecón finalmente la siguió, ¿dulces? ¿no compra dulces?, decíale aquel
pequeño tirando de su suéter. La mujer
lo miró con ternura, y lo tomó de la mano…-no ahora no tengo. El pequeñín la
miró atentamente con aquellos ojos curiosos que tienen los niños. Era una mujer
blanca y no pudo evitar ruborizarse. Finalmente la tomo de la mano y le dijo
¡Vamos a ver el mar!
La
pareja más extraña, sentada mirando las gaviotas elevarse en el tibio aire,
mientras los gordos pelicanos pescaban, la mar brillante en calma y el niño la
miró por el rabillo y le espetó ¿y si tuviéramos un hijo? ¿Tú y yo? , ¿Para que
seas feliz?- la sandunga lo abrazó - y le dijo. Eres muy pequeño, pero algún
día cuando crezcas quien sabe.
Finalmente
comenzó a vagar en las ciudades, ya no en sueños, daba la vuelta en una esquina y lo encontraba, leyéndole un
poema, besándola o deseándola, pero siempre suya. Así que regresó donde él. Y
el ya no quiso recibirla, ahí comenzó su locura, cuando está a punto de
entregarse él la rechazaba… tal vez él también se había vuelto un Sandungo.
Ay
Sandunga, Sandunga mamá por Dios, Sandunga no seas ingrata mamá de mi corazón.