miércoles, 23 de julio de 2014

La sombra de la tarde se iba esparciendo sobre el tejado de barro, ya el techo parecía oscuro y solo la pared blanca, cubierta con cal relucía. Dentro, un par de ancianos hacían las cuentas de lo vendido. El con sombrero de tejamanil, ella con sus trenzas blancas amarradas con un simple listón de lana.
El comenzó a revisar el maíz, era un maíz dorado y hermoso, un maíz que había sido abrazado por el sol y besado por la lluvia, el hombre sonrio complacido, dentro de la bolsa de maíz había un grano negro, un grano raro que no habían visto antes, no era un frijol, al principio tuvieron miedo así que tiraron todo el maíz sobre el suelo para escoger el que era bueno del que era malo y para ver si  había otras semillas similares pero no encontraron ninguna otra. Los ancianos cansados de mirar la tomaron con un trapo por que podía ser venenosa y la tiraron por la ventana que daba al jardín y la olvidaron.
Llego la primavera y con ella la resplandeciente luz que ilumina las casas de cal, un calabacín se asomaba por el ventanal, no recordaban haberlo sembrado así que lo cortaron, pero la curiosidad una vez mas se apodero de ellos. Decidieron abrirlo y dentro encontraron monedas de oro, por lo que nunca mas tuvieron que trabajar y se dedicaron a arreglar su jacal día y noche.