domingo, 28 de diciembre de 2014

La Sandunga



La Sandunga.

Hizo un moviemiento y depronto estaban, las lágrimas corriendo por un solo ojo, la tristeza inundando el ambiente exhalación tras exhalación, cada sollozo callado y cada gesto  llenando la habitación de memorias rotas. Un nudo en la garganta que corta su verbo, sumida en un mundo de confusión emocional. Una maraña humana.

Lentamente se sienta frente a su computadora, con una simulación de página, no puede llenarla, penosamente pone las manos sobre la computadora, el rayo tarda en llegar- un día la llenaré con…¿palabras?
¿Cómo pasó tanto tiempo? Esa es su pregunta- un día estaba ahí  sentada hablando con  amigos y después, sola sin una razón para vivir. ¿Qué había pasado? ¿En qué extraño mundo o extraña dimensión había ido a parar? En un mundo de voces sin rostro, de seres sin vida, que se acercan sigilosamente hacia su luz.

Recluida en su habitación, le habla a los viejos amigos, son solo fantasmas masculla, medita en las mil cosas que ha visto, solo recuerdos, memorias rotas  en una mente  escapista.

De su vida de familia se podían decir tan pocas cosas, no por que fueran pocos los recuerdos, sino que son pocas las cosas que se pueden decir. Y así deambulando como un fantasma que nadie quiere ver pasa los días, oyendo, atisba sin entender completamente, solo  percibe oye música, cree que está en una fiesta, cree que le han dado margaritas, no lo puede creer. Esta viva sin vida, recluida, vive  en su mente, o tal vez no.

De pronto se oye un ruido un tintineo, viene una gran memoria, recuerda el momento cuando iluminaba las veladas y lograba hacer cantar al más tímido- tiempos pasados- piensa. Pero ahora sola, sumergida en una burbuja,  no puede saber que les pasa a los viejos amigos. Todos casados, nunca invitan a una boda, en fin así pasa la vida esta Sandunga.

En su cabeza pasan imágenes, de mundos que nadie comprende, de mundos reservados, caminos de flores, altas montañas que escala en la privacidad de su imaginación, caminos escollados que no se decide a terminar y escucha llamadas que no vienen de ningún lado.


¡Nueve años ¡ -grita y nadie contesta-, sufre, pero nadie lo ve.  Solo escucha esas voces del más allá. Y ahora ella detesta esas voces, no puede más se ha puesto a pensar y soñar que puede lidiar con esa simulación de página, toma un lápiz, los garabatos salen más rápido que las ideas.

Siempre fue diferente a los demás, sentía de una manera diferente a la gente que la conoció, todos eran conservadores, ella era liberal, todos eran callados, ella hablaba, todos eran llorones, ella ría. ¿Qué pasa en ste mundo? Se pregunta, finalmente  ahora todos ríen, ella llora, todos son liberado, todos hablan y ella también pero nadie escucha.

Hay un dolor profundo que guarda y que no quiere que nadie vea, es un dolor superior que la mantiene callada, la mantiene adormecida.

Nos hemos convertido en voraces comedores de hombres piensa, en un ejército de zombis tal vez, devorando conciencias, ultimando al más humilde y persiguiendo al que ríe.

Al parecer todo comenzó una tarde como cualquier otra, en que dos se sentaron a platicar,  uno de ellos, tal vez el de la derecha notó que ignoraba  tantas cosas y pensaba, “si yo tuviera lo que ella tiene”…

Hizo un movimiento, quiso tocar su mano, pero era inasible, no estaba ahí, tocaba su mano y sus palabras salían como música, pero no podía sentirla, sin embargo la atrajo y la metió en su mundo, la beso, y sin pedir permiso la poseyó, suave pero salvajemente, y finalmente  quiso destruirla. Mientras fuera de él podía subirla a su carrusel de alegría y tristeza, de emoción y depresión.
Noche día, pensaba en ella, igual despierto que dormido, a veces  en medio de la calle se detenía, y la volvía a poseer, después, subía a su habitación y volvía a poseerla. Quería llegar a la magia que emanaba a aquella mujer. Un día bajo la vista y sin más la perdió como Teseo en el laberinto, y la buscó como minotauro, y la buscó como buitre, y la buscó como piraña.
No pudo resignarse, se tendió en su cama  y subió al lugar de los sueños, y ¡eureka! La encontró. Una vez más, la poseyó, suave pero salvajemente, la poseyó y quiso hacerla suya, porque de él nadie se escapa.
¿Qué había en esa mujer que no la podía apartar de su mente? ¿Qué pasaba que ni aun lo moral le detenía? No podía refrenarse, y entonces lo comprendió, era ella, la famosa ella, la que le hizo entender, la que finalmente cambió su mundo.




En su agitada lucha por poseerla, la torturo años en sus sueños, la siguió, la encontró y la violó, como un vampiro se acercó y sorbió un parte, solo la suficiente para asegurarse de poder seguirla viendo en su mundo onírico.
Cada mañana amanecía aquella Sandunga cansada, sangrando por las voraces mordidas y a veces pensaba ¿Quién es este hombre? Más no podía imaginárselo solo  que como un ser mitad bestia, mitad ser humano.

La cacería no solo era onírica, salió a las calles y tendió una trampa, estaba dicho si esa mujer no era de é l no sería de nadie. Así de simple.

Desesperado porque pensaba que podía perderla, buscó en libros, tenía que sucumbir a él, él hombre y por desgracia encontró la manera y la visitaba y  la llamaba desde sus libros y un día la amaba y otro la castigaba, un día la encumbraba otro la destruía, en sus poemas la vestía y la desvestía era suya.

En una tarde gris todo cambió, la Sandunga se iba del pueblo, la miró a lo lejos, no la puedo perder pensó, ¿cómo asegurarla aun en la distancia?

Este romance órfico  no podía acabar sí, el bosque hasta este momento lo había cubierto, pero para aquella Sandunga  ya era demasiado, había días que no podía concretar nada por el extraño llamado que recibía cada día.

Y se embarcó  la Sandunga en  un puerto hacia tierras aún más lejanas, para abrazar a alguien más, alguien de carne y hueso que ya la añoraba antes de haberla conocido. El romance órfico finalmente ten´´ia que acabar eso era lo que ella deseaba pero no fue así, la pasión descarriada de aquel hombre lo hizo buscar en otros libros formas de alcanzarla, y aunque lejos físicamente, aun recibía el llamado de aquel amor.
Finalmente al llegar a aquella lejana ciudad lo vio, el hombre de sus sueños y se entregó a él, tardes hermosas de charla y café, galletas de avena y pan de centeno, tardes con lluvia, tarde con nieve, esas tardes en que silenciosamente la calle se cubre de blanco. Pero una vez más, el romance acabó, lo vio en un sueño, el minotauro se acercaba, y ella no sabía más a quien amaba, si la voz que le susurraba al oído  o el cuerpo que la añoraba cada mañana.




Confundida, salió de aquella ciudad y se embarcó hacia el sur, ahora las voces decían, aquiétate, ve anda encuentra tu nido, encuentra tu hogar, encuentra esa cama que no ha sido compartida, esa donde el amante órfico no llegará. Y se fue, dejando al hombre  de sus sueños con gran pena- penas de amor- se decía aquel  hombre y la dejó partir.
En aquella nueva ciudad sureña, se encontró  finalmente en calma, la brisa marina y la belleza del puerto y sus habitantes la volvieron a la vida, un atardecer de peces  voladores, caminaba hacia el malecón hacia su siempre desconocido rumbo.

Envuelta en su confusión, no se dio cuenta que alguien la miraba ¿Un hombre quizá?, pero ¡no!, era solo un pequeño niño que la siguió hasta la siguiente esquina del malecón finalmente la siguió, ¿dulces? ¿no compra dulces?, decíale aquel pequeño  tirando de su suéter. La mujer lo miró con ternura, y lo tomó de la mano…-no ahora no tengo. El pequeñín la miró atentamente con aquellos ojos curiosos que tienen los niños. Era una mujer blanca y no pudo evitar ruborizarse. Finalmente la tomo de la mano y le dijo ¡Vamos a ver el mar!
La pareja más extraña, sentada mirando las gaviotas elevarse en el tibio aire, mientras los gordos pelicanos pescaban, la mar brillante en calma y el niño la miró por el rabillo y le espetó ¿y si tuviéramos un hijo? ¿Tú y yo? , ¿Para que seas feliz?- la sandunga lo abrazó - y le dijo. Eres muy pequeño, pero algún día cuando crezcas quien sabe.
Finalmente comenzó a vagar en las ciudades, ya no en sueños, daba la vuelta  en una esquina y lo encontraba, leyéndole un poema, besándola o deseándola, pero siempre suya. Así que regresó donde él. Y el ya no quiso recibirla, ahí comenzó su locura, cuando está a punto de entregarse él la rechazaba… tal vez él también se había vuelto un Sandungo.

Ay Sandunga, Sandunga mamá por Dios, Sandunga no seas ingrata mamá de mi corazón.

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